Inmersos en una crisis que nos va a hacer replantearnos el estilo de vida que hasta ahora habíamos llevado, nos adentramos en un periodo de cambios. El país se asimila a un barco en alta mar que va a la deriva y cuyos marineros se debaten entre salvar la embarcación o salir y salvarse ellos.
El momento en el que vivimos marcará un antes y un después, al menos en los jóvenes a los que nos ha tocado vivir esta época. Lo teníamos todo, nos vendieron una vida fácil y bonita, pero justo cuando empezábamos a vivirla se cambiaron las tornas y tuvimos que hacer maniobras para cambiar algunos conceptos que bien habíamos asimilado en el colegio.
Ya no valía con estudiar, tener idiomas, hacer prácticas y mostrar tu empeño e ilusión. Ahora tenías que hacerte valer, luchar de forma incansable y reinventar nuevas opciones que te permitieran continuar intentando cumplir tus sueños.
El fin, la meta seguía siendo la misma, aunque ahora con más entresijos y dificultades. Y en esas nos encontramos, apostando por nosotros y nuestros ideales en una sociedad que aún duerme y no se da cuenta de que hay que salir a la calle y pelear por lo que se quiere.
El camino es largo y con curvas, nadie sabe cuándo habrá un rellano para tomar aliento, descansar y disfrutar del paisaje, pero nosotros tenemos el tanque lleno de ganas por hacer y sobretodo ganas de vivir.
Esperamos que el viento corra a nuestro favor y la mar esté calmada para dejarnos adentrar en su universo del que esperamos, cuanto menos, mantenernos a flote y si es posible llegar hasta ese punto en el que se unen el cielo y el mar en una fotografía perfecta, de esas que solo se viven una vez.