Los fastos de la muerte de Nelson Mandela, nos han dejado dos evidencias. Una, la infinita hipocresía de los líderes políticos que apoyaron explícita o implícitamente al brutal régimen del apatheid. Durante los 27 años de prisión no hicieron nada y ahora no sienten vergüenza de apoyarlo en su funeral.
Por otra, el interés de los medios por resaltar una de sus frases más célebres: la educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo. Esta frase es una verdad a medias. ¿Qué educación es revolucionaria? La educación que impartimos en Occidente es totalmente reaccionaria, está diseñada a imagen y semejanza de las necesidades del sistema capitalista que dirige el planeta, programada para reproducirlo, ideada para crear una mano de obra obediente y adocenada y con unos contenidos premeditadamente vanos que castran la capacidad real de aprender de las personas.
Mandela se refería a otra educación. A una educación liberadora que haga que las personas tomemos conciencia del sentido de nuestra existencia, que recupere los valores -dignidad, igualdad, respeto, solidaridad, altruismo…- , que profundice en el amor como único distintivo humano, que enseñe a vivir disfrutando del aquí y ahora…
Y de eso, de momento, ni mijita. Mientras lo institucional siga reproduciendo lo que hay, nos tendremos que conformar con ir de uno en uno encontrando nuestro camino, denunciando lo que está ocurriendo y absteniéndonos lo más posible de participar en esta orgía que nos destruye.
Que no es poco.
Besos.