Es inaceptable que la Iglesia apoye la edición de un libro donde nos incitan a ser sumisas y a estar atadas al hombre, acatando los mandatos de éste aunque le resulten inapropiados para su bienestar. Se trata, señores, de un abuso del poder injustificable y no vamos a tirar por la borda el trabajo de miles de hombres y mujeres en pro de la igualdad para dar pasos hacia atrás, hacia unos tiempos que solo crearon asimetría en las relaciones, donde la negociación y el respeto por la esencia y dignidad de los miembros que conformaban una pareja, como base de la relación no existía.
En el siglo XXI aspiramos a un amor maduro y sano, que no tenga esta característica de dominio/sumisión, ya que por definición, la sumisión tiene que ver con la falta de independencia de uno de los integrantes, que se vuelve un esclavo afectivo del otro. Esto solo puede incitar a mayores desigualdades entre hombres y mujeres.
Necesitamos promover modelos amorosos que no estén basados en luchas de poder para dominarnos o someternos. Unos modelos femeninos y masculinos que estén basados en la igualdad de unos y otros. Tenemos que aprender a romper con los mitos del amor romántico, a deshacernos de las imposiciones de género, esto para mí por ser mujer esto para ti por ser hombre no, pues ambos somos personas y aprendamos a comunicarnos a dialogar, a unirnos y separarnos en libertad, sin ese temido sentimiento de posesión, a tratarnos con respeto, a asimilar las pérdidas, a construir relaciones psicológicamente sanas.
Tenemos que terminar con los patrones de dolor que heredamos y mantenemos incluso de manera inconsciente, y tenemos que liberar a mujeres y a hombres del peso de la tiranía de los roles más allá de las leyes o los discursos, Yo creo que si pasamos de la teoría a la vivencia podremos aprender unos de otros y dar ejemplo, por eso unámonos a las mujeres y hombres que luchan contra los estereotipos de género en todo los ámbitos de la vida.