Cuando llegué solo existía un alambre de espino mohoso caído, que separaba las fronteras en distintos puntos haciéndola totalmente franqueable. Luego llegaron las alturas y las escaleras primitivas y los fragmentos de piel (principalmente negra) en el metal… y la sangre… y los apaleados…y probablemente algún que otro delincuente y los médicos, ingenieros, veterinarios, estudiantes, trabajadores negros muertos (as).
Es evidente que mi querida Melilla no puede atender las necesidades de tantos y tantos africanos; pero sí debería tratarlos, el tiempo que las circunstancias imponga, de tal modo que ellos la recuerden con agrado, amabilidad y comprensión.
Está claro que estas desgracias requieren de tratamientos globales, no locales. Lamentablemente.
P.D.: Han sido acribillados a balazos recientemente dos jóvenes melillenses en Marruecos y la noticia no se ha convertido en un escándalo nacional e internacional, ¿por qué?, ¿razón de Estado?